Retrato de la madre de joven, de Friedrich Christian Delius. Sajlín editories. Traducción de Lidia Álvarez Grifoll.
Este libro es una forma sutil de
biografia: la de la propia madre del escritor, centrada en un día concreto durante
sus últimos meses de embarazo, una mañana de enero de 1943 en la Roma de
Mussolini, mientras su padre participaba de las campañas alemanas en el norte
de África.
La narración se mueve entre
pequeñas estrofas a modo de pensamientos que de manera desordenada acuden a su
mente mientras se desplaza a un concierto de Bach en una iglesia luterana de la
capital italiana. La primera imagen que acude a la mente es la de la frágil
figura de una mujer embarazada recorriendo una ciudad que ve hostil, tan lejos
de sus maneras germánicas en medio del océano de la espontaneidad romana; la de
una joven que vive a buen recaudo en una especie de isla alemana dentro de Roma,
navegando entre las calles de una ciudad que no comprende.
La visión que le depara el
catolicismo romano respecto a su práctica luterana es muy ilustrativo de esta
diferencia. “Suerte que tuvimos a Lutero”, exclama su amiga Ilse ante la pompa y
el entusiasmo popular que el Papa levanta entre los católicos, ante las
iglesias sobrecargadas que tanto contrastan con la austeridad protestante. Como
le gusta recordar por su marido, que le intentó transmitir siempre el entusiasmo
que sentía por la ciudad, fue tal vez esa visión la que germinó las ideas de
Lutero, que vivió de joven allí.
Como sucede en otra novela del
autor, El paseo de Rostock a Siracusa, hay un homenaje a la herencia cultural
de Alemania, ejemplarizada por el entusiasmo que en muchos artistas despertó
Italia. Y como en ese otro libro no dejo de percibir cierta inocencia en esa
visión, justamente en un momento como en el que se sitúa (en plena Segunda
Guerra Mundial) y ante la visión de que la cultura siempre se impondrá a otros
intereses y sentimientos. Eso afirma otro personaje de este libro, que asegura
que “Augusto, el Papa y Goethe se
ocuparán de que Roma siga intacta” porque “los gentleman no bombardearán la
tumba de Keats y Shelley”.
Aparte de todas estas
consideraciones nos queda pensar si F.C. Delius idealiza a sus padres o no.
Hablar del pasado puede ser a veces difícil, sobretodo si el destino los ha
situado en ciertas tesituras. Me quedo, de todas maneras, con la visión ingenua
de esa belleza que ignora otras realidades que en ese momento sucedieron, que
camina como un inocente funambulista por un mundo incierto y desconocido, y de
la fragilidad de una vida que será capaz de una manera u otra de rememorar,
gracias a la literatura, ese momento anterior a su propio nacimiento.
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