viernes, 3 de agosto de 2012

LAS NUBES, DE JUAN JOSÉ SAER



Las nubes, de Juan José Saer. Editorial El Aleph.

"Ríos por lo demás crecidos, un verano inesperado y esa carga tan singular: así podrían resumirse, con la perspectiva del tiempo y de la distancia, para explicar la dificultad paradójica de avanzar en lo llano, nuestras cien leguas de vicisitudes".
La historia que relata este libro tiene algo de odisea onírica: el traslado en agosto de 1804 de una caravana de dementes desde Santa Fe, atravesando plena Pampa, hasta la Casa de Salud de Las Acacias, cerca de Buenos Aires, que pretendía ser un cento modélico en el tratamiento de la locura y una institución pionera en el continente, "con vagas reminiscencias de la Academia y del Jardín de Epicuro, rechazando las cadenas, la cárcel, las mazmorras". Una lugar donde recalan toda una serie de enfermos que son prudentemente apartados de sus acomodadas familias, tal vez más preocupadas en poner a buen recaudo su nombre que en su propia curación.
"Entre los pobres, obligados, para sobrevivir, a profesar principios más flexibles, las locura parece más natural, como si contrastara menos con la sinrazón de la miseria".
Una aventura sin duda llena de simbolismos, de la que se sirve Saer para contrastar la ambición científica que pretende transformar la Humanidad con el mundo indomable de la Pampa. El libro, leído como crónica de esos hechos casi dos siglos después y redactado por uno de sus protagonistas, el doctor Real, se desarrolla entre la descripción pormenorizada de los casos que acoge para dicho traslado y el viaje propiamente.

La Pampa de principios del XIX es un mundo todavía salvaje, donde la crecida de los ríos acechan a cada paso obligando a la caravana a realizar hercúleos rodeos, donde devastadores incendios amenazan los viajeros a los pocos días de su salida, y donde los indios, encabezados por el temible caudillo Joselito son un peligro constante.

En ese autentico universo, el horizonte de la Pampa emerge como infinito para quien se obstina en atravesarlo, y pone en duda no solo la percepción racional del tiempo, que se vuelve denso y aletargado, casi inmóvil, sino incluso las jerarquías y las normas de los hombres que habitan esa caravana, hasta el punto que en ese momento la delimitación de la frontera que enmarca la locura parece peligrar y pone en duda la percepción de la realidad.

De todas maneras lo que más destaco de este libro es la prosa de Saer, escritor desconocido para mi, que luce sin desaliento durante toda la narración, a pesar de que la historia propiamente no me haya subyugado en exceso. Tal vez se tratará de un buen libro para seguir buscando a Saer.

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