viernes, 11 de septiembre de 2015

LOS ÁRABES DEL MAR, DE JORDI ESTEVA

Los árabes del mar, de Jordi Esteva. Ediciones Península (col. Altaïr viajes).
 
 
                                                          dhows en Bombay, 1890
 
 
Cuenta el autor que para él los árabes siempre han sido un pueblo de mar. Lejos del tópico del desierto, de pequeño ya soñaba con conocer ese mundo que recorrían los viajes de Simbad, el del indómito Índico surcado por los dhows árabes y que llegaron a dominar las rutas que iban desde Zanzíbar, en la costa africana, hasta la Índia y China.
 
Esta búsqueda la inició Esteva en los años setenta, visitando Sudán y los puertos del mar Rojo, donde se topa con los palacios de Sauakin, abandonados y expuestos a la intemperie del desierto, hasta la Arabia feliz, como ha sido siempre conocido el actual Yemen y su mítico reino de Saba. Ahí probablemente tomó conciencia de estar persiguiendo un mundo ya desaparecido pero que todavía contaba con testimonios que puedieran dar fé de su glorioso pasado.
 
Precisamente el gran logro de este libro, a diferencia de otros libros de viajes es que es la voz de todas esas personas que irá encontrando por el camino será el verdadero hilo conductor de este viaje, el que nos mostrará ese mundo perdido y olvidado. Y no nos importará tanto la veracidad o exactitud de las historias que nos cuenten, sino la fascinación que nos harán llegar sus palabras, y sentir así un leve atisbo de la fascinación que el mismo autor sintió probablemente al ver, a cada paso, cómo ese mundo ansiado desde la infancia se abría paso. 
 
Sin duda el conocimiento de la lengua y cultura árabes, junto con la hospitalidad de las personas que fue encontrando por su camino, partícipes de un Islam abierto y tradicional en el que el autor confiesa haberse sentido siempre cómodo, le abrió todas las puertas.
 
Años más tarde retoma el viaje, esta vez en Omán, que junto con Yemen es la patria de los que ellos mismos consideran "los auténticos árabes" a diferencia de los árabes del norte, el pueblo del desierto, de donde surgiría la figura de Mahoma y el Islam. De hecho otro tópico es vincular a los árabes con su actual religión mayoritaria: ciertamente esos árabes del sur ya era un pueblo que surcaba esos mares mucho antes, e incluso llegaron a emigrar en algunos casos a la costa africana que ya les era conocida (Zanaíbar, Lamu, Mombasa...) llevados en algún momento por el empuje de la nueva religión, aunque ellos no tardarían en adoptar también la nueva religión.
 
Durante siglos toda una serie de pueblos pretendió navegar por esos mares (griegos, romanos, bizantinos...) para comerciar con las especias y los productos que hicieron míticas esas tierras (incienso, mirra...) pero el inhóspito Índico siempre se les resistió, tan diferente del tranquilo Mediterráneo. De hecho se cuenta que el gran secreto de la navegación de los árabes por el Índico era el conocimiento que tenían de los regímenes de vientos relacionados con los monzones, y que les permitía moverse en una dirección u otra en cada época del año; se cuenta incluso que era un secreto celosamento guardado cuya revelación sería castigada con la muerte.
 
Tras un periplo por Omán, Esteva viaja a la costa africana de la actual Kenia y Tanzania, la llamada costa de los Zenj, donde visita Lamu, Mombasa, y en particular la mítica ciudad de Zanzíbar. Allí descubre una población árabe que con el tiempo ha acabado mezclada con la africana, hasta el punto de desconocer prácticamente el árabe (reservado para la liturgia musulmana y algunas frases de cortesía) y adoptar el suajili, una lengua bantú extendida por una amplia zona de África, a pesar de que los árabes ejercieran durante muchisímo tiempo (de hecho hasta el siglo XIX) el comercio de esclavos del interior del continente. Ese oscuro pasado estuvo en el trasfonodo de las matanzas de árabes durante la revolución de Zanzíbar de 1964, a pesar de ser esa población árabe, de hecho, el resultado de la relación secular con esclavos y esclavas liberados.
 
Como ya he comentado, es el viajero quien cede todo el protagonismo al viaje, a las gentes que hablan por sí mimas, y gracias e ello conocemos muchas interioridades de ese mundo tan lejano a nosotros en tantos aspectos, como la presencia constante en sus vidas de los yinns, esa especie de seres invisibles que, procedentes de prácticas y creencias pre-islámicas pueden adoptar diferentes formas, y que son capaces de condicionar y poseer a los humanos a voluntad.
 
"¡Qué mejor aventura que viajar a través de las personas!. Ir en busca de la memoria"
 
Cierto, y especialmente en un mundo donde la palabra, tanto la escrita (para ahuyentar a los yinns con los infalibes amuletos, por ejemplo, o las siempre presentes suras del Corán) como la tradición oral, son tan importantes. 
 
 

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